viernes, 19 de junio de 2009

...Pero yo lo quiero


Por: Maribel Belaval, el 18 de marzo de 2009, 07:47 AM


En un taller, una joven verbalizó que frecuentemente su novio se portaba mal con ella. Pero acababa cada oración: "...pero yo lo quiero". Él era desconsiderado y hasta abusador verbal. Ella se escudaba detrás de su propia sentencia: sobrellevar la relación tóxica por amor.

Muchas mujeres reconocen que son dominadas con sarcasmos, insultos, críticas, imposiciones, manipulaciones, y hasta amenazas. Se quedan en este patrón autodestructivo por sus creencias. Se encasillan en la falsa cultura de que "aguantar y sufrir", es amar. Estos mandatos internos aprendidos pueden ser determinantes. Ejs.:

-Él no desea herirme; en todas las parejas pasa lo mismo.

-Es mi deber sacrificarme, hasta que Dios disponga.

-Los hombres y las mujeres no tenemos los mismos derechos.

-Cuando está de buenas, compensa los malos ratos.

-Tengo miedo a la soledad y me da vergüenza aceptarlo.

En ningún escenario, la desconsideración y el maltrato verbal son conductas normales, sino un diseño de abuso emocional progresivo que aumenta en intensidad y frecuencia. Afectan no solo a la pareja, sino a toda la comunidad familiar y social que los rodea. Estas conductas lesionan la comunicación, la confianza y el lazo afectivo entre las parejas.

El propósito del agresor es manipular, debilitar y controlar con conductas que van socavando el auto valor de la víctima para controlarla. Estas personas negativas desplazan por sus relaciones lo que tienen en su interior. Se llaman tóxicas porque afectan adversamente a los demás.

Se necesitan dos personalidades para danzar el baile del maltrato psicológico:

  • El agresor - Generalmente presenció el ejemplo de abuso verbal en su crianza. Cree en la cultura de los derechos del "macho" dominador. Es celoso o inseguro o exageradamente exigente e intolerante. Es un mal genioso temperamental y está resentido y frustrado con el sistema en el cual vive.
  • La víctima - Generalmente se acostumbró a algún tipo de abuso en su crianza. Creció con baja auto estima, sin confiar en las demás personas ni en sí misma. Asume culpas ajenas, es rescatadora innata. Se sacrifica y se siente en algún grado responsable por los abusos. El maltrato verbal seguirá mientras se repita: "No puedo hacer nada, él es así".

¿Cómo romper estos ciclos de maltrato que, aunque más leves en muchos casos, siempre hacen daño a la relación? Nadie tiene el poder de cambiar a otro ser humano. Solo tenemos el poder de cambiar nuestras creencias y actitudes. Re-enfoquemos nuestras vidas hacia el interior.

Para comenzar, debemos dejar de justificar, racionalizar y minimizar el abuso. Es una realidad que nos presenta el reto de tomar una decisión interna: "Me cansé de sufrir y llorar, se acabó; yo no lo merezco".

En ese cambio de conciencia está la potencialidad de transformar el mal hábito del abuso, en una oportunidad de crecimiento para ambos. Es importante la dinámica que nuestro cambio crea en el otro. Para estar con nosotras, no tiene más remedio que ajustarse a un nuevo estilo de convivencia, más saludable. Entonces podemos hablar de amor.

La meta es dedicar tiempo y energía al proceso de empoderamiento personal. Aprender a poner límites a otros para el bien de los dos. Evolucionar con más confianza en nuestro valor.

  • Reconoce tu verdad: "Me siento intimidada y soy parte del problema".
  • Vive tu realidad: "Si yo no cambio, seguirá todo igual".
  • Acepta tu responsabilidad: "Depende de mí".
  • Reprograma tu creencia: "Yo si puedo buscar información y re-inventarme para crear una nueva realidad".
  • Aprecia y valórate : "Mi vida es importante también".
  • Respeta tu vida: "Asumo el poder que tengo para mejorar mi relación".
  • Decide ser feliz: " Es mejor estar sola que mal acompañada".

Si el maltrato es más serio, no podemos aislarnos. Es necesario buscar ayuda externa, para no exponernos a la violencia física. Terapia, consejería y coaching de pareja son buenas alternativas. Es importante la autogestión; tomar acción.

Liberemos con nuestro propio desarrollo personal, nuestras relaciones de pareja de este mal hábito de atropello verbal. Depende de nosotras.

Si queremos tener una relación amorosa equilibrada, tenemos que empezar por ser nosotras personas bien integradas, con una autoestima saludable. Tener una idea bien clara del tipo de relación amorosa que añoramos y nos merecemos.

Describe tu situación de pareja ideal: ¿Cuál acción vas a tomar para lograr tu sueño?

www.mipropiaterapia.com

lunes, 8 de junio de 2009

Humor Gris: Manual para disfrutar el calentamiento global



Hay demasiado disfuerzo ambientalista respecto al manido tema del calentamiento global. ¿Por qué tanto alboroto? Sólo un cretino se escandalizaría ante el pronóstico de que este planeta será irremediablemente destruido por la especie más necia, egocéntrica y perniciosa de la creación: la nuestra.


Saludo a aquellos wishful thinkers que creen que reciclando botellitas de plástico o jalando la cadena del inodoro sólo una vez al día podrá revertirse el apocalipsis de una civilización a la deriva.

Entiendo que ante el bombardeo inmisericorde de alarmas y restricciones usted puede sentirse responsable, incluso culpable, de que, por ejemplo, la garza enana de la tundra etíope haya entrado en una profunda depresión. Visto con la cabeza fría, pregúntese: ¿y qué tiene que ver eso con mi vida?


Sería cínico responder «nada». Evitemos el maniqueísmo. La serie de desvaríos climáticos tienen mucho que ver con la vida de cada uno. Pero a diferencia de lo que se quiere que creamos, la mayoría de esos desvaríos tiene un beneficio. Calma. Puedo ver su cara de sorpresa y la inminente pregunta que le sigue: ¿acaso hay una manera de disfrutar el aumento de las temperaturas, el avance de las mareas, la fauna en riesgo y el deshielo global? Pues sí la hay. He aquí el cómo.

1. No lave su automóvil.- Entre los efectos que el desorden climatológico suscitará sobre el planeta se encuentran la proliferación y descontrol de las tormentas tropicales. Éstas propiciarán lluvias permanentes fuera de estación. Una estupenda noticia para aquellos que no tienen tiempo o recursos para lavar el coche o asear el patio. Bastará echar algo de detergente sobre las superficies en cuestión y dejarlas al aire libre durante la noche. Es hora de que la naturaleza haga algo por nosotros.

2. Gerencie a sus amigos y enemigos.- Antes, la mejor forma de lidiar con alguien insoportable era ignorándolo. El método, si bien sólido, tenía una eficiencia más bien relativa. Humanos al fin y al cabo, la paciencia acababa agotándose, y resultaba imposible no rebajarse al nivel de lo despreciable. Alégrese: el calentamiento global acude en nuestra ayuda. En Inglaterra, el desbalance de las temperaturas ha elevado el número de muertes durante el verano. Para ser exactos, ahora la mortalidad veraniega duplica el número de muertes invernales. El razonamiento es obvio: haga todo lo posible para que sus enemigos estén en Inglaterra durante el estío: tendrán el doble de posibilidades de desaparecer sin que usted se vea involucrado en delito alguno.

3. Pierda el miedo a la naturaleza.- El impacto del clima es más rotundo en los seres indefensos como los animales. Al ver alterados sus hábitats, ellos sucumben en un lento exterminio. Es el caso de los osos polares. El deshielo y reducción de los glaciares los obliga a nadar distancias cada vez más largas, lo que se traduce en su ahogo y lenta disminución. La buena noticia es que ahora hay que preocuparse menos por el riesgo de ser atacados por un oso polar. No hay como vivir sin temores.

4. Todos tendremos vista al mar.- Efecto inmediato y ya registrable del deshielo global es el aumento de los niveles del mar. Para todos aquellos que durante años tuvieron el privilegio de vivir a pocos metros de las orillas marinas, sólo les queda el agradecer por ese tiempo de provecho. Ahora nos toca a los que jamás hemos gozado ese beneficio. Vivo a unos setecientos metros de la costa. Según mis cálculos, para el año 2019 podré ver retozar a mis nietos en las orillas de una playa sin necesidad de moverme de mi mecedora. Gracias, Madre Tierra.

5. Carpe diem, carpe hielo.- Toda persona con conciencia ecológica debería comprarse un congelador semi industrial. La cantidad de hielo disponible en el mundo se reduce a un ritmo acelerado. Nótese que antes, en bodas, restaurantes o clubes sociales, el pedir una bebida helada «y con hielo», equivalía a recibir una generosa dotación de ocho cubitos. Hoy esa cifra se limita a unos miserables dos minicubitos. Por mi parte, almaceno bolsas de hielo en cubitos en dos congeladoras que he dispuesto en mi garage (mi coche duerme a la intemperie; véase punto # 1). No resulta incómodo ni desatinado acudir a eventos sociales premunido de un pequeño cooler, donde, mientras alterno con los anfritriones, acopio el hielo que éstos ofrecen a sus invitados. En cenas de gala he sido educado y además he llevado tenazas de hielo. No tiene nada que ver con robar, acto desaprobable por donde se le mire y que en esta página jamás será avalado.

sábado, 6 de junio de 2009

¿Por qué bienes comunes?


La libertad es patrimonio de todos y “todos nacemos libres en dignidad y derechos”. La libertad es un bien común, como lo es el oxígeno que respiramos, el color de una flor, el sonido de una cascada, el silencio o el murmullo de un bosque, el viento, el cosmos, el pensamiento, la velocidad de la luz o la capa de ozono. En este sentido, el suelo, el subsuelo mineral, el glaciar, el agua, no son recursos naturales sino bienes comunes. Dicho de otro modo, las riquezas que habitan en la tierra no son recursos naturales, son bienes comunes. Referirse a ellos como recursos naturales es la primera forma de apropiación desde el lenguaje. Nadie tiene el derecho a recurrir a un recurso natural, apropiándoselo, enajenándolo. El derecho a recurrir a un recurso natural termina en el mismo instante en que ese recurso es también de otro, de otros. De manera que las riquezas que admiramos de la tierra y que denunciamos como propias en una acción extractiva, no son recursos naturales sino bienes comunes, que pertenecen a los comunes. Bienes y comunes componen un único ecosistema que se verá alterado al recurrir a él de manera posesiva, esgrimiendo una propiedad falsa, arrebatando del sitio a partes o a un todo que desequilibrarán el medio, el que seguramente se verá dañado o irreparablemente modificado, mutado. No aceptamos recurrir al recurso.

¿Quién admite que al recurrir al recurso no se vulneran dominios ajenos? ¿Y de quién o quiénes es entonces el recurso? ¿No será de los comunes? Si creemos que los recursos naturales son elementos que constituyen la riqueza o la potencia de una nación, qué mejor que la definición de esta última, tal como proviene del latín “natio: “sociedad natural de hombres a los que la unidad de territorio, de origen, de historia, de lengua y de cultura, inclina a la comunidad de vida y crea la conciencia de un destino común”. Sus recursos pertenecen a ese destino común, a ellos y a las generaciones futuras. El concepto de propiedad privada del recurso natural nació con imposición feudal e imperial y continúa disfrazado de las mismas leyes coloniales. El subsuelo de las colonias de ultramar pertenecía al monarca y sólo la superficie se le cedía al aventurero conquistador o adelantado. Eran del monarca el oro, la plata, el cobre y todos los minerales que esconde el suelo conquistado, derechos que ejercían tanto la corona británica como la española y con iguales disposiciones. ¿Qué cambió? Nada cambió. Ese mismo objeto del deseo, el subsuelo, se convierte en propiedad privada de quien manifiesta o denuncia la existencia de “pertenencias” extractivas y sólo requiere la ratificación de la autoridad política a modo de registro, control o tributo. En nombre del Estado cedemos la potestad de los bienes comunes y aquél que se arroga tal facultad no fue elegido por el pueblo para esa función. No elegimos a nuestros gobernantes para que extranjericen territorios, vendan provincias, derriben montañas, destruyan glaciares, desvíen ríos, enajenen bosques nativos ancestrales y entreguen las altas cuencas hídricas, ecosistemas que nutren a las poblaciones, que les dan vida, razón de existencia y de futuro.

Los bienes comunes no se hallan en venta, no son negociables, precisamente porque son comunes. Tampoco son públicos ni naturales por más que descansen en la naturaleza milenaria y estén al alcance depredador del público. El concepto de público (“total es público”), está virtualmente asociado a que “no es de nadie”, no al concepto de pertenencia de todo un pueblo (su verdadera pero malversada acepción), lo que habilita su uso irresponsable, descuidado, cuando no directamente depredatorio. Entonces preferimos hablar de bienes comunes, no de bienes públicos ni de bienes naturales. Se hallan en la naturaleza y por tanto se los quiere hacer aparecer como opuestos a los objetos artificiales creados por el hombre.

Reemplazar la expresión recursos naturales por la de bienes naturales contempla el error de considerarlos propiedad, están ahí, disponibles: naturales por artificiales. Los bienes comunes, en definitiva, trascienden a los bienes particulares. Los reconocemos integrados a ecosistemas y, a su vez, a bioregiones dentro de la gran esfera que nos involucra a todos. Es en este sentido que no debo adueñarme del oxígeno del aire, por ejemplo, cuando estoy obligado a compartirlo. Incluso para los legistas, esta propiedad –mejor aún, lo que es propio– termina cuando irrumpo en la del prójimo, válido para el caso que nos preocupa. Ante el avance de las invasiones mineras y de políticas que intentan legitimar la rapiña extractiva, corregimos que las riquezas que habitan en la tierra no son recursos naturales sino bienes comunes.

* Periodista, miembro de la Red Nacional de Acción Ecologista (RENACE) y la Unión de Asambleas Ciudadanas (UAC).

Contacto
machpatagonia@yahoo.com.ar




Imágenes de mi Patagonia



¿Qué hora es en...?